Filosofía Creadora

La Perspectiva SANA

 

            La organización Mundial de la Salud comenzó con el objetivo de la salud y de la higiene física para todos, pero eso no trajo los resultados deseados de mejorar la calidad de vida sana. Así que cambiaron la definición de la salud. Hoy según la OMS, la salud es un estado del bienestar físico, mental y social completo, y no simplemente la ausencia de enfermedad o de dolencia.

            Para definir verdaderamente el bienestar en el futuro, tendrán que agregar más conceptos como salud global y universal. Estamos en la unión con el universo entero y somos una parte de todo lo que está sucediendo en él. El bienestar total depende de recurso medioambiental y de nuestro estado interno de equilibrio.

            Hoy día, toda nuestra atención se centra en cómo ocuparse de enfermedad y de enfermedad. Para alcanzar esto caemos en la trampa de medicinas y de alivios sintomáticos. En nombre de la curación nos hacemos esclavos de las drogas. El sistema médico moderno está llegando a ser cada vez más costoso y más allá del alcance del hombre común. Incluso después de gastar mucho dinero y tiempo, no estamos siquiera cerca de nuestro bienestar. Es verdad que logramos algunos pequeños resultados inmediatos, pero nos esperan más y mejores resultados. Por eso ya es hora de que cambiemos nuestra opinión y adoptemos una nueva visión de la salud, la persigamos sinceramente y comencemos a actuar ahora mismo. Tenemos que cambiar nuestra atención de la enfermedad al bienestar de las medicinas a la meditación y de la miseria a la felicidad. Solo tomar medicinas no va a ayudar. Es una parte pequeña del conjunto. Las medicinas son estructuras químicas complejas con las energías beneficiosas para algunos órganos con problema pero dañinas para otros órganos vitales y sanos. Las medicinas pueden ser dañinas, pero ése no es el problema grave.

 

            Nuestro enemigo más grande no está en alguna parte fuera, sino que está dentro de nosotros. Si perdemos la fuerza vital de la fe y la confianza dentro de nosotros, no podemos ganar ninguna clase de batalla. Nuestra prioridad principal es centrarnos en la solución, que fortalece el centro interno. Debemos poner énfasis en la manera, que eleva nuestra energía central. Debemos entender que somos responsable de todo lo que nos está sucediendo. Así, es en nuestro mejor interés armonizarnos con el ritmo de la danza cósmica que sucede todo alrededor en cada momento. La llave es sintonizarnos con el ritmo natural y el funcionamiento se hará cada vez mejor.

Tenemos que aprender a fluir con y disfrutar de los altibajos de la vida con niveles más altos de la conciencia. Aprovecharnos de la energía que la naturaleza nos está ofreciendo.

Aprenderemos cómo agregar y utilizar un poco de amor y conocimiento en cada acto de la vida para alcanzar resultados excelentes. Veamos el ejemplo de tomar medicinas. ¿Pensemos de verdad en el bienestar o deseamos de verdad los mejores resultados antes de tomar la medicina?.  Además, ¿no es normal para nosotros que pensemos en el problema, la enfermedad o la dolencia al tomar la medicina?

Cuando incorporemos solo los dos componentes curativos vitales, amor y conciencia, a la medicina, y la misma medicina comenzará a dar resultados milagrosos.

En primer lugar, necesitamos ser constantemente conscientes y tener el deseo ardiente de convertirnos sanos. Una vez que usted tiene el deseo profundo, no tiene que encontrar la senda a la salud. La senda vendrá automáticamente a usted. El bienestar es omnipresente. Por eso elimine la resistencia al flujo de la energía divina y ésta hará el resto. Debemos utilizar la esencia pura de la naturaleza y desarrollar nuestro funcionamiento óptimo. La esencia divina llueve incondicionalmente sobre cada uno. Solamente es una cuestión de aprender el arte y la ciencia de utilizarla.

Necesitamos calmar la mente lógica y analítica, centrar en el propósito, abrir las puertas de nuestro corazón y damos una bienvenida calorosa a esta esencia divina  pura en nosotros mismos. Deje extender esta esencia por todas partes de uno mismo y más allá, y los milagros comenzarán a aparecer.

 

Nuestro organismo no enferma, se depura

                 Un cuerpo sano pone en marcha gran cantidad de mecanismos depurativos cuando cualquier cuerpo extraño o perjudicial logra introducirse en los tejidos internos: vómitos, estornudos, tos, diarreas, inflamaciones, etc. Pero la purificación interna es tan compleja, que su tarea debe distribuirse en varios órganos con funciones especializadas y complementarias: los abnegados emuntorios.

Mientras el nivel de tóxicos permanece dentro de la capacidad depurativa de intestinos, hígado, riñones, pulmones y piel, todo funciona dentro de la normalidad que conocemos como estado de salud. Cuando alguno de estos órganos recibe caudales que exceden su capacidad, existe un natural mecanismo de derivación (lo que no se puede procesar, se deriva a otro órgano complementario) destinado a superar la crisis tóxica. Y aún así seguimos en presencia de un organismo sano y vital.

Pero cuando también superamos el umbral de la capacidad complementaria de los emuntorios -cosa que hoy día resulta una norma, dada la continua exposición a volúmenes cada vez mayores de toxinas- comenzaremos a advertir síntomas y molestias. Ejemplo: hipersecreción salival, vómitos y diarreas a nivel digestivo; hipersecreción biliar a nivel hepático; orina espesa, ácida y ardiente a nivel renal; sudoración, supuración, granos, acné y eccemas a nivel cutáneo; expulsión de flema por bronquios y fosas nasales a nivel respiratorio…

                 Otras vías secundarias se utilizan también para expulsar exceso de toxinas: glándulas salivares, útero, amígdalas, glándulas lacrimales. Si la situación se agrava, el organismo recurre a la “creación” de emuntorios artificiales: hemorroides, fístulas, úlceras, etc.

                  Por supuesto que cada persona reaccionará en forma diferente a estas crisis depurativas, localizando los trastornos superficiales de acuerdo a sus debilidades orgánicas. Los primeros órganos en ceder son, generalmente, los más frágiles por herencia o por excesiva utilización: por ejemplo, la garganta en aquellos que utilizan mucho la voz, los nervios en las personas tensas, o las vías respiratorias en aquellos expuestos a contaminantes volátiles.

Como vemos, las llamadas “enfermedades” no son otra cosa que el resultado de las tentativas de imprescindible limpieza que encara el organismo, frente a la carga de agresión tóxica a la que se ve expuesto. Estas crisis depurativas pueden ser agudas o crónicas. Siempre se comienza con manifestaciones agudas, donde el trabajo de eliminación es brusco, violento y extenso. Si la causa de intoxicación no se remueve, entonces estos esfuerzos se hacen crónicos.

Dado que esta información está destinada a incrementar el nivel de percepción de estos fenómenos por parte del lector, veamos con detenimiento y ejemplos cada una de las fases por las cuales evoluciona la enfermedad, hasta llegar a los grados más graves y terminales.

Estos estadios degenerativos -cáncer, sida, esclerosis múltiple, Alzheimer, Parkinson- no aparecen de improviso en una persona saludable y vital; requieren de un largo proceso previo.

 

Enfermedad aguda
                              Todo se inicia con las primeras señales de alarma. La persona -hasta entonces saludable- ve aparecer distintos trastornos leves que le señalan la pérdida de este equilibrio dinámico que es el Estado Optimo Salud (E.O.S.). Falta de ánimo, indisposiciones pasajeras, tensión nerviosa anormal, dificultad para recuperarse tras un esfuerzo, problemas digestivos, cutis y cabellos opacados, erupciones… son todos signos de la degradación del Terreno.

                              Si la persona está atenta y suprime las causas que provocaron la sobrecarga tóxica -excesos nutricionales, consumo de productos insanos, agotamiento excesivo, demasiado sedentarismo- los trastornos desaparecerán rápidamente.

Pero si el individuo no escucha las advertencias que lanza su cuerpo y persiste en sus errores, sin corregir nada, entonces el Terreno continuará degradándose y obligará a que su fuerza vital se exprese desencadenando crisis depurativas más profundas. Estaremos entonces en presencia de las llamadas enfermedades agudas. El organismo moviliza todos sus esfuerzos para expulsar el exceso de desechos que agobia.

Por lo general son manifestaciones violentas y espectaculares; la fiebre que las acompaña indica la intensa actividad del cuerpo y todos los emuntorios están involucrados en la tarea. Es el caso de una gripe, un sarampión o una bronquitis. La gripe es un ejemplo de interacción de emuntorios: catarro en las vías respiratorias, descarga intestinal, sudoración profusa, orina cargada, etc. Son trastornos de corta duración, ya que la intensidad del esfuerzo depurativo basta para permitir un rápido retorno al Estado Optimo Salud (E.O.S.)

                              Es bien sabido que una afección gripal se resuelve magníficamente con apenas 48 horas de ayuno, reposo… y nada más. Al cabo de ese período, uno se siente pleno y liviano. Pero si el individuo, conforme con la desaparición de los síntomas, retorna a los hábitos equivocados que generaron la sobrecarga tóxica, la crisis volverá a producirse.

En este estadio, el error más grave -y lamentablemente el más corriente- es tomar estas crisis depurativas como causa de enfermedad y no como efecto de la degradación del Terreno. Entonces la terapéutica no ayudará al organismo en sus esfuerzos desintoxicantes, sino que los reprimirá como algo inoportuno y molesto. De ese modo estaremos restringiendo nuestra fuerza vital e internalizando las sustancias tóxicas.

Es lo que hacemos habitualmente con los antigripales o peor aún, con las vacunas contra la gripe: ¡vacunamos contra un proceso depurativo! En consecuencia, la represión artificial de una afección aguda nos dejará con menos capacidad defensiva y con el Terreno más intoxicado; condiciones que nos llevarán al estadio sucesivo.

 

Enfermedad crónica
                                 Imitando los mecanismos de la naturaleza, es lógico estimular las crisis depurativas. Como decía Hipócrates: “Todas las enfermedades se curan mediante alguna evacuación”. Los drenajes siempre impulsan la tendencia al equilibrio y resultan útiles en cualquier circunstancia, por grave que sea. Además, solo basta mirar que hacen los animales.

Cuando un animal está enfermo, ayuna. De ese modo favorece la degradación de los desechos y facilita su evacuación. Perros y gatos recurren a las hierbas cuando sufren una intoxicación. Según las dosis, tienen un efecto eliminador en los pulmones (expectorante), en los riñones (diurético) o en los intestinos (laxante). Los elefantes se purgan con arcilla. Otros animales se revuelcan en barro arcilloso, improvisando purificadoras cataplasmas.

                     También el hombre ha hecho uso de estos recursos desde la más remota antigüedad. Las virtudes desintoxicantes de la sudación se usaba en los pueblos nórdicos europeos (sauna), en Medio Oriente (baños turcos) o en las tribus indígenas americanas (inipis, temascales). Las distintas religiones y filosofías siempre han prescripto períodos de purificación mediante prácticas de ayuno. En todo el mundo se han practicado las benéficas “curas de primavera”; por no hablar de las demonizadas técnicas de sangrado, las tiendas de sudación o la aplicación del barro.

En la enfermedad crónica, dado que el organismo tiene una sobrecarga tóxica importante y el Estado Optimo Salud (E.O.S.) disminuido, las crisis no podrán restablecer el equilibrio de una sola vez, como ocurría en los trastornos agudos. Es por eso que las bronquitis, los eccemas o las crisis hepáticas se repiten periódicamente. Los esfuerzos depurativos se reiteran continuamente, pues nunca logran la desintoxicación necesaria del Terreno.

Es por ello que el organismo necesita apoyo externo, pues su Fuerza Vital es incapaz de acabar con la toxemia mediante herramientas y técnicas sencillas para colaborar con el organismo a superar los padecimientos crónicos, mediante el alivio de la carga tóxica que agobia a la estructura corporal.

 

Enfermedad degenerativa
                                         Hoy día resulta normal observar a grandes sectores de la población con graves trastornos inmunológicos. Incluso los niños vienen al mundo con fuerzas inmunológicas tan disminuidas y tal sobrecarga de desechos (recordar los cientos de tóxicos presentes en el cordón umbilical), que no hay crisis depurativa que pueda revertir dicho estado. Por eso vemos niños de 3 y 4 años con cáncer y recibiendo tratamientos de quimioterapia.

Haciendo una analogía técnica, el sistema inmunológico funciona como un ordenador con naturales limitaciones físicas. Si ejecutamos un par de programas al mismo tiempo, no habrá mayores problemas. Pero si queremos ejecutar una decena de programas simultáneamente, entonces aparecerán los inconvenientes. La máquina se “relentiza”, no responde rápidamente a las órdenes y comete errores.

Desgraciadamente, ese es el estado habitual de la inmunología en nuestra población, al ser exigida en forma desmedida y por gran cantidad de factores al mismo tiempo. Esos “relentizamientos” son las alergias, las enfermedades autoinmunes, las afecciones virales crónicas, etc. La merma inmunológica afecta la salud y el bienestar en todos los ámbitos, incluso el emocional. Recientemente científicos han concluido tras un estudio que “debería entenderse la depresión como una enfermedad de tipo casi autoinmune”.

                En esta fase de la enfermedad, las células, en lugar de moverse en líquidos nutritivos y limpios, deben vivir en fluidos cloacales inmundos. El trabajo celular no es normal y los tejidos se desorganizan cada vez más, llegándose a la destrucción: esclerosis, cáncer, úlceras varicosas, etc. Las células ya no siguen el comando inteligente de la Fuerza Vital y el cuerpo pierde su capacidad de defenderse como un todo organizado ante agresiones externas.

En este contexto, resulta de tal magnitud el caos orgánico que se ha generado, que ningún remedio será capaz de poner orden. De allí las dificultades que encuentran los investigadores en la lucha contra las enfermedades graves. La terapia con atajos no funciona. Mientras hay tiempo, no queda más que desandar el camino equivocado, rectificando los errores y estimulando la inmunología, a fin de recuperar la Fuerza Vital y la limpieza del Terreno. Es el único medio genuino que nos permitirá obtener una completa y total remisión.

 

Marcos Vélez
Naturólogo